jueves, 7 de mayo de 2015

SOLIDARIDAD (María Millán Barduzal)

Veo una sombra acercarse. Me agacho, cojo el paquete de harina, el de arroz y el de garbanzos y al levantarme veo algo que me hiela la sangre por dentro. Estoy de voluntaria en ese centro esporádico que hemos montado entre unos cuantos amigos para ayudar a gente que lo necesite; porque en esto que unos celebran este día tan especial del amor, nosotros queremos sacarle una sonrisa y ayudar a gente que viene a por algo de comer.

Pero lo que acabo de ver me ha dejado de piedra, yo no he pensado que estaría aquí, debe de ser un error. No tenía esas pintas la última vez que le vi. Ha envejecido diez años de golpe en menos de dos meses que es lo que llevamos sin vernos.

Y entonces; esa persona con la que había compartido tanto, ese que había sido mi marido, y al que sigo amando ciegamente, ya que hace solo dos meses que dejamos aquello tan bonito que teníamos, me rodea con sus brazos y con un hilo de voz ahogado en mi pelo me susurra: “Perdón, no sé en qué estaba pensando”.
CARTA A MI NIÑO INTERIOR (Paula Villán Centelles)

¡Hola enana!

¿Sabes? El otro día me acorde de ti. Abrí ese cajón en el que mamá guarda todas esas fotografías de cuando era pequeña y te vi tan sonriente con tanta vitalidad y con tantas ganas de comerte el mundo que se me llenaron los ojos de lágrimas. Me di cuenta que estaba empezando a echar de menos esa época en la que un simple abrazo de mamá cuando me caía me hacía la más feliz del mundo. Me di cuenta como me gustaba descubrir que si apretaba los botones de la lavadora esta se ponía en marcha y la poca ilusión que me hace ahora descubrir cosas que en aquella época no tenía ni idea de su existencia. Echo de menos ir de la mano de los yayos a la salida del colegio, contándoles las aventuras de mi imaginación. Seguro que si ahora lo hiciera el abuelo no sabría casi ni de que le hablo, ya que esta con alzhéimer y la abuela bueno pues murió el invierno pasado… a ella también le echo de menos.

Pequeña, perdóname por haberte abandonado tanto tiempo, por haberte dejado perdida en el baúl de los recuerdos pero ahora mismo que te noto igual de cerca que cuando tenía cinco años prometo no dejarte tirada, abandonada y sola.  Prometo llevar siempre en la cara esa sonrisa y echarme esas carcajadas que siempre te han caracterizado mirar al futuro con optimismo y con ganas de luchar por todo lo que me proponga al igual que hace 10 años que si querías un caramelo protestabas hasta que lo tenías. Gracias por haberme enseñado a disfrutar de la vida pero sobre todo gracias por haberme cuidado durante 16 años ahora me toca a mí, prometo cuidarte por el resto de mi vida y solo me queda decirte una cosa: Te quiero.   
TERAPIAS ALTERNATIVAS (Paula Villán Centelles)

Todo era nuevo para mí, parecía que todo había cambiado, no conocía a nadie y esa nueva casa era fría, húmeda no conseguía adaptarme a ella por más que lo intentaba, era extraño, estaba incómodo con mi vida. ¿Por qué había cambiado? ¿Por qué no recordaba nada de lo vivido anteriormente? ¿Cómo había llegado hasta allí? Aquel día frío del mes de Diciembre me encontraba de camino al médico por las estrechas calles de Zaragoza acompañado de una mujer la cual me había ayudado a prepararme, me había puesto el gorro y la bufanda para que no tuviera frío y me llevaba en una especie de silla. Al llegar a la consulta el médico me saludaba como si me conociera de toda la vida, la verdad que no entendía nada, empecé a pensar que estaba perdido en mi propia vida. Obedeciendo al médico me coloqué un artilugio desconocido para mí, el cual el médico llamó cascos y emitía un sonido, música. Me dijo que cantase todo lo que escuchase. Le puse mala cara pero en cuanto me concentré empecé a cantar como si me conociera esas canciones de toda la vida,  como si no fuera la primera vez que las escuchaba. Y ahí fue donde me di cuenta de todo, yo era un hombre mayor de 80 años, al que le habían diagnosticado Alzheimer, había perdido la memoria y ya no reconocía ni mi casa, ni a mis hijos, ni a mi mujer casi no me conocía ni a mí mismo. Necesitaba ayuda para vestirme para comer y ya no podía ni andar ni por mí mismo. Fue un breve momento en el cual recordé todo, pero sin duda un bello instante de felicidad en el que pude dar gracias a mi esposa por todo lo que estaba haciendo por mí.
EL HAMBRE EL PRIMER INSTINTO (Jorge Miguel Ramos Lisbona)

¡¿Por qué?!;  ¡¿por qué?!; ¡¿por qué?!;  ¡¿Por qué fui tan idiota?!, ¿por qué me escondería y me parecería una buena idea quedarme y pasar la noche allí?, ¿cómo empezó esta locura?

Aún no había amanecido cuando estábamos en el autobús y la niebla densa cubría el pueblo. Cuando llegamos se fue disipando y los pocos habitantes de Albarracín iban saliendo de sus casas, desconfiados, con miedo, mirando a los lados, a su espalda; uno de ellos se acercó a nuestra guía y le dijo que cómo se nos ocurría venir tan temprano, que podía haber ocurrido una desgracia; no entendería estas palabras hasta la noche cuando me hallé vagando por callejuelas oscuras de amorfos edificios, envuelto en la densa niebla, iluminada intermitentemente por las defectuosas y viejas farolas.

Reflexione sobre muchas cosas que debería haberme planteado antes de decidir quedarme allí, como: ¿cómo iba a pasar la noche allí con ese frío? y ¿qué tenía de divertido hacer esa estupidez?

El pueblo estaba en silencio, un silencio intranquilo, no había visto a nadie desde que había anochecido y el miedo iba apoderándose de mí… y mientras paseaba por una plaza que se elevaba sobre el cementerio, no vi nada, solo oí… primero carne siendo desgarrada, algo saciaba su hambre voraz con ella, el crujir de los huesos, las mandíbulas implacables, el olor a sangre, a podredumbre…
Me acurruqué aterrorizado; de repente, pasos, conté 15 individuos, pero no sabía quiénes eran; el festín cesó, también los pasos, un rugido amenazante y un ladrido lleno de rabia golpeó mis tímpanos, oí los mordiscos y como la congregación se abalanzó sobre lo que trataba de defenderse, se reanudo el festín, acompañado al principio de desesperados gemidos y mucho más sangriento.

Traté de correr hacia la parte alta del pueblo pero acabé perdiéndome entre callejones y rodeado por la congregación, no los podía ver pero sabía que estaban allí, oía sus pasos, olía su peste, se mantenían invisibles amparados en la niebla y las sombras; hasta que jadeante y exhausto me metí en un callejón sin salida; allí surgieron de las sombras y contemplé horrorizado los rostros de aquellos que murieron de hambre durante el sitio del rey y ahora estaban dispuestos a saciarla ahogando mi grito en la profunda niebla.

EL ESFUERZO (Jorge Miguel Ramos Lisbona)

Otoño; cae la lluvia mientras el campesino esparce semillas en su terreno que quedarán cubiertas por el barro cuando pase con la mula. La lluvia sigue cayendo mientras su ganado pasta. Finalmente, vuelve a casa empapado.
Invierno; cae la nieve que cubrirá los campos convirtiéndolos en desiertos blancos. Sigue cayendo la nieve mientras las ovejas paren en las viejas majadas y el campesino se afana en atenderlas. Finalmente, vuelve a casa aterido de frío.
Primavera; brilla el rocío mientras el trigo crece y el campesino ara la tierra que dejó en reposo para el siguiente otoño. Deja de brillar el rocío, vuelve a pastar el ganado. Finalmente, vuelve a su casa agotado.
Verano; hace calor mientras se esquila a las ovejas. El Sol calienta mientras se siega, se engavilla, se acarrea, se trilla, se aventa y se guarda la cosecha. Finalmente, después de mil trabajos, llega la fiesta y el pueblo se viste de merecida alegría.

Ahora, muchos inviernos después, todo ese esfuerzo diario, continuado y el de muchas personas nos hace estar hoy aquí, gracias abuelo.

EL INQUIETANTE HALLAZGO DE LA VIRGEN DEL PILAR (Jorge Miguel Ramos Lisbona)

Muchos años después, frente a la puerta del sospechoso, yo, el detective Ramos Lisbona había de recordar aquella tarde remota en que mi padre me llevó a ver la estatua de la Virgen por primera vez; ahora, años después de su desaparición, por fin habíamos descubierto la identidad y el paradero del responsable, Alex Jiménez, alumno del colegio salesiano relacionado además con la desaparición de una alumna, a la cual acosaba según testigos.

La violenta sacudida que la policía nacional propinó a la puerta disipó estos pensamientos, y me devolvió a la realidad. La puerta cedió y nos aventuramos en aquella casa en la que reinaba un olor extraño y en la que esperábamos encontrar la imagen, y en el peor de los casos, a la chica. Los agentes fueron invadiendo la casa y registrando todas aquellas habitaciones vacías, salvo la última; estaba cerrada con varios candados pero cedió igualmente. Entonces aquel olor extraño, que parecía traer consigo la palabra muerte cobró sentido, pues ante nosotros se alzaba una bañera donde flotaba blanca, en aquella peste que era formol, el cadáver de la chica y en un estante sobre la bañera estaba la imagen de la Virgen, mancillada, con una cruz de sangre pintada. De repente, un enorme frenazo en el exterior y un mal presentimiento me obligaron a salir de la habitación apresuradamente buscando una ventana.

Según la versión de los agentes que se encontraban en el portal, al verlos, el sospechoso trato de huir y, al cruzar a la otra acera corriendo, como alcanzado por una justicia divina, encontró la muerte en el parachoques delantero de un autobús.

miércoles, 15 de abril de 2015

TU NIÑO INTERIOR (Elena Carnicer Muñoz)
Querida y olvidada niña interior: Escribo esta carta para pedirte perdón. Perdón por haberme olvidado de ti, por no haberte dedicado el amor y atención que merece la niña tan sensible que eres. A ti, que no fingías para ocultar tus emociones, que no te importaba llorar delante de nadie, que corría para abrazar a los suyos, y que no te daba miedo decir “te quiero”. Hoy me acuerdo de esa pequeña, sensible y decidida niña; de cómo jugaba, de cómo vivía, de sus ganas de ser feliz. No penaba mucho más allá de la merienda y exprimía cada minuto de vida. Recuerdo los desayunos en familia, las salidas a la nieve, los increíbles veranos en Peñiscola, los abrazos de mi hermana, y, por supuesto, aquella mirada llena de orgullo de mi yayo. Aun puedo escuchar mis gritos de alegría en los días de Reyes, puedo sentir los besos de buenas noches de mis padres y, sobretodo, esa alegría y optimismo que le daba el sentido a mi vida. Solo puedo decir que estoy sorprendida, sorprendida de cómo he podido ir abandonándote, de cómo he podido hacer eso, ya que sin ti no sería lo que soy. Me he centrado tanto en intentar ser una persona adulta que he dejado lo más importante de lado, tú. A partir de ahora, prometo tenerte siempre presente, preguntarte lo que debo hacer, reírme contigo, disfrutar de ti y cada día, tener como prioridad dedicarme a ser feliz. Te quiero.